“¿Sabes que detiene a un hombre malo con una pistola?, un hombre bueno con una pistola.” decía Thomas Jefferson.
Dicha frase, estemos o no de acuerdo, invita sin duda a la reflexión, pero lo que sí es una realidad en un país de leyes, es que el estado de derecho debe prevalecer por encima de cualquier pensamiento, de cualquier ideología, y de cualquier ocurrencia.
Y lamentablemente no sucedió así en Culiacán el jueves, en donde claramente, se impusieron las condiciones de los “malos” por encima de la ley, y eso, guste o no, manda un mal mensaje para la criminalidad en nuestro país; bueno, no tan malo para ellos…
Y es que, aplicar con rigidez las normas, sin flexibilidad, no es la “mejor opción”, es una obligación del Estado Mexicano.
Por eso es que no se equivocan quienes piensan que a los criminales debe combatírseles y no abrazarlos y besarlos, pues de ser así: ¿Qué fin tendría que el estado de derecho tenga como propósito toral poner orden a las conductas humanas para buscar la armonía social? ¿Qué fin tendría tener leyes penales, tribunales de justicia, investigadores, si el Estado no va a distinguir entre buenos y malos? ¿Qué fin tendría todo el complejo entramado institucional y constitucional si el Gobierno no va a actuar conforme a su deber fundamental que es garantizar la seguridad ciudadana?
Tampoco -y lo dejo claro- se trata de invocar la guerra, bajo la falaz premisa de: “Calderón significa guerra y AMLO paz” como quiere siempre confundir la cuarta transformación, no; no todo es blanco y negro, eso solo es posible en la retórica del ejecutivo, lo que debe imperar es la “actuación en consecuencia”: que quien hace el mal enfrente al Estado. Punto.