Casi un centenar de alcaldes del país, se presentaron en Palacio Nacional para mostrar su inconformidad con lo que aseguraron viven y sufren: el mal trato del gobierno federal en asuntos presupuestales hacia los Ayuntamientos. Los más rijosos, se infiere por los videos que han estado apareciendo en los medios, eran panistas.
A la fuerza, querían que el Presidente los escuchara.
En el accidentado evento, fueron dispersados con gas pimienta bajo el argumento de que pusieron en peligro la vida de trabajadores que realizaban tareas de remodelación de la sede residencial, sobre andamios. (Se colige, que los inconformes presidentes municipales, con su iracunda actitud, casi echan abajo a los alarifes, por lo cual tuvieron que entrar a poner orden los guardianes de Palacio).
Con sus cinco minutos de fama, algunos protestantes, criticaron acremente al Presidente de la República por estar asfixiando financieramente a los municipios por sus políticas sociales. Dejaron entrever, que Andrés Manuel López Obrador los tiene a pan y agua, por dar el dinero de la Federación a ninis, abuelitos, madres solteras y estudiantes.
El asunto, era el dinero que consideran les pertenece para generar desarrollo y progreso en los municipios que gobiernan.
Demandan, una nueva relación entre Gobierno federal y Ayuntamientos porque actualmente le está yendo del nabo.
Hasta ahí el reporte.
Valdría la pena preguntarse:
¿Cuántos de los alcaldes han instrumentado, junto a sus Cabildos, políticas de ahorro y austeridad para estirar el presupuesto?
¿Qué alcaldes, despidieron a sus yernos, cuñados, hermanos, suegras y suegros, ahijados, sobrinos, y hasta amasias que –se sabe– degustan el dinero público incluso con salarios mayores al del Presidente de la república, y disfrutan insultantes compensaciones sin trabajar?
(Aquí, los tamaulipecos saben mucho de eso: el alcalde de ciudad Victoria, Xicoténcatl González Uresti, tiene en la nómina a sus hijos, esposa, yernos, nueras, y él se embolsa casi 200 mil pesos mensuales por salario y demás estímulos por gobernar a una ciudad que está dejando en ruinas. O Enrique Rivas Cuéllar, alcalde de Nuevo Laredo, que se dice en corrillos paga hasta sus implantes de cabello con dinero que proviene de las arcas municipales. Por cierto, tienen algo en común esa dupla insaciable: son militantes del PAN).
¿Se conoce algún alcalde que haya abandonado la Suburban blindada y guaruras para ensanchar los programas de obra pública?
¿Hay un garbanzo de a libra de los alcaldes del país que rechacen el pago –con dinero del erario– de los celulares de él y su familia?
¿Existirá un alcalde –de esos rebeldes– que pague puntualmente su recibo de la COMAPA?
Ese es el problema del levantamiento de los Presidentes: no son la excepción que confirme la regla, de que forman parte de una red de servidores públicos que han hundido al país por su pésima capacidad política y administrativa.
Y peor: son autoridad –no entenderlo, los ubica como rebeldes sin causa, y lo más grave: sin orientación– no grupúsculos opositores. Andan en el desconcierto. No encuentran la salida al caos administrativo y financiero en el que ellos mismos han sumido a los municipios con sus prácticas de dispendio y saqueo. No quieren comprender, que ampliar las finanzas municipales debe pasar por una política de planeación con honestidad, rectitud y austeridad.
La desquiciada actitud opositora de esos alcaldes, es todavía más fatal por lo grotesca, que la de la insana alcaldesa de Reynosa, Maky Ortiz que para pagar la campaña a la alcaldía de su hijito, pretende cobrar impuestos a eloteros, taqueros y agua-fresqueros para llenar sus bolsos. Bizarro: cobrar a los jodidos, y subsidiar a los millonarios condonando pagos de agua, multas y un largo etcétera.
Mundo al revés: se inconforman, quienes han generado los más altos niveles de inconformidad en el país.