Aprender haciendo

9 octubre, 2020
Aprender haciendo

Recuerdo que en la educación Montessori el uso de las manos es el eje central de su método de enseñanza. María Montessori, su creadora, creía que los niños pequeños aprenden “haciendo” y llamó a las manos «instrumentos de la inteligencia”. Aprender tocando, introyectando las imágenes y el conocimiento a través de la estimulación del cerebro mediante la activación de los sentidos. Mi memoria recupera escenas inolvidables de mis hijos concentrados, recorriendo con sus deditos las letras, las formas, los animales, disfrutando al sentir las diferentes texturas que contenían los materiales, que les permitían acercarse día a día al saber.  

Todos sus sentidos conducían hasta su cerebro la información de cada lección aprendida. Si eran frutas, las olían, e identificaban sus sabores; si eran ritmos y tonos, los escuchaban, los bailaban, los cantaban, si eran los colores aprendían a diferenciarlos, dándoles vida a las imágenes de los cuadernillos para colorear, si eran plantas acudían al jardín a verlas, tocarlas y olfatearlas, pero sobre todo a sentir y a respirar el aire libre y a jugar con sus compañeros en contacto con la naturaleza. Recuerdo cómo se hacían responsables de alimentar a los pececitos o de cuidar a los cotorritos que se rotaban llevándolos de visita a casa. Así nació en ellos el amor por los animales y el respeto por el medio ambiente. 

Participaban activamente en el proceso enseñanza-aprendizaje. No estaba en su rutina memorizar, salvo alguna canción o poesía que, motivados por sus maestras, repetían incansablemente como parte de su acercamiento a las bellas artes o, de algún festival en puerta. Todo era sensorial. Absorbían como esponjitas todo lo que había en su entorno. 

El juego, era parte de su aprendizaje. La plastilina, potencial representante de su imaginación y de su creatividad. Principal elemento de equilibrio y armonía emocional. No había estrés en sus rostros, ni prisa en sus manos, ni gritos o pleitos en el ambiente. Cada uno decidía al llegar a clase, en que área del conocimiento quería trabajar, acorde a sus emociones y a sus sentimientos, de ahí que su desarrollo alcanzara un alto rendimiento escolar. Cada uno a su paso, cada uno disfrutando el hacer, viviendo su momento. 

Muchos aprendizajes quedaron en ellos aparte de los requeridos en su educación formal, y hoy sin lugar a dudas contribuyen en su personalidad. Aprendieron a decidir desde pequeños, a esforzarse por hacer bien las cosas, a ser perseverantes y a no rendirse, hasta ver un resultado que les satisface. A empezar y terminar.  A desarrollar su imaginación y su creatividad. A no conformarse con lo que sea, a elegir y a luchar por alcanzar lo que a ellos les satisface hacer y les permite expresarse, a dar lo mejor de sí.  Desarrollaron su sensibilidad para reconocerse como parte de la naturaleza y la urgente necesidad de cuidarla; a proteger la vida de los animales.  

Pero sin lugar a dudas lo más trascendente es que aprendieron a hacer con sus manos y su imaginación. Conocieron el potencial de su creatividad. Su capacidad de expresarse a través de su trabajo y a valorar el producto de él. Según el estudio del Dr. Penfield, más de la mitad de toda la corteza motora primaria se encarga del control de las manos, lo cual viene a explicar 
la mayor importancia para nuestro cerebro, de las funciones que desempeñan nuestras manos y la necesidad de que los niños, en sus primeras etapas de su educación, aprendan a utilizarlas. 

Sabemos que en estos momentos los medios utilizados para cumplir con los programas educativos, se ven limitados a los aparatos televisivos y los pequeños obligados a permanecer pasivos en un intento de asimilar información. Estamos conscientes del papel tan importante que desempeñan los padres de familia y el esfuerzo mayor que les representan las restricciones impuestas a la convivencia de los niños, que impide regresarlos a las escuelas.  

La permanencia de los pequeños en casa hace necesario que los padres creen sus materiales de trabajo con lo que tienen a su alcance. Que los mantengan ocupados haciendo con sus manos. Jugando plastilina, recortando, pegando, coloreando y apoyando las labores del hogar, según su edad. Haciendo que su educación sea un proceso participativo que los ayude a desarrollar su imaginación y su creatividad.  Creo que es necesario tomar conciencia de la necesidad de conectar a nuestros hijos con el conocimiento empírico, de permitirles acercarse a experimentar haciendo, con los materiales naturales que se tengan al alcance, pero desarrollándoles todas sus capacidades, no solo preparándolos para recibir instrucciones y obedecer. 

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