Las pequeñas cosas

6 enero, 2021
Las pequeñas cosas

Por Luz del Carmen Parra / 06 de enero de 2021.

Todos los días encontramos infinidad de mensajes motivacionales, que tratan de despertar en nosotros el ánimo de esforzarnos por alcanzar objetivos que, no sabemos por qué, no llegamos a concretar, a pesar de despertarnos cada mañana, con la idea de hacer todo lo posible y más, porque se den las cosas. 

Nuestras redes sociales nos saturan de contenidos retadores, que cuestionan nuestro hacer y nuestro pensamiento, nuestras capacidades de resistencia y tratan de impulsar nuestra iniciativa para llegar a ser triunfadores, para pasar a formar parte de ese exclusivo club de líderes innovadores, que dominan al mundo. 

Videos promocionales de historias exitosas, de personajes cada vez más influyentes, pódcast que recogen opiniones o puntos de vista de forma recurrente, que llegan incluso a dar origen a foros comunitarios de gran alcance, están a nuestra mano con un click, capacitándonos, dándonos nuevas herramientas que nos hagan ser más competitivos. 

Intentamos poner en práctica todo lo aprendido, imitando o siguiendo los consejos recibidos y, sin embargo, los resultados no llegan. Es agotador y frustrante. La realidad nos dice que no es por ahí el camino. Pero seguimos perseverando. Queremos saber más y más y nos vamos a seminarios y convivimos de cerca con quienes han alcanzado sus objetivos. Dialogamos con los triunfadores, olfateamos su colonia y percibimos esa aura que los hace sentir como parte de otro mundo. 

Seguimos intentando, y seguimos intentando, pero no concretamos nada, nos resistimos a dejar de pertenecer a ese círculo donde brillan las personas que han alcanzado la meta que nos prometen como la panacea. Sin embargo, llega el momento en que algo pasa que nos obliga a detenernos y visualizar lo que estamos haciendo con sentido crítico, con el ánimo de analizar a detalle el esfuerzo que estamos haciendo, y nos damos cuenta que ya ha sido suficiente. 

No se trata de renunciar, sino de reencauzar nuestros objetivos. No se trata de rendirnos y darnos por vencidos, sino de reconocer que nuestras capacidades, no son similares a las que tienen las personas que han llegado a donde en un principio queríamos llegar. Que nosotros tenemos otras cualidades que, bien encauzadas, nos llevarán al verdadero crecimiento y a la realización personal, que nos llenará de satisfacciones y dará sentido a nuestra existencia. 

Que nos hará disfrutar de las pequeñas cosas que día a día vayamos realizando y que es el camino que nos llena de alegría y felicidad, más que la búsqueda irracional de metas equivocadas. No es tiempo perdido lo invertido y el esfuerzo realizado, por supuesto que no, puesto que ha dejado un gran aprendizaje en nuestras vidas. Nuevas relaciones humanas y una experiencia que nos acompañará por siempre. 

Sin embargo, reencauzar nuestras energías, identificar nuestras verdaderas capacidades, nos hará más fácil alcanzar nuevas metas. Iremos encontrando señales que nos indicarán por dónde es el camino y empezaremos a saborear poco a poco el sentimiento de hacer lo que queremos, lo que nos gusta y empezaremos a ser congruentes con nosotros sueños y nuestras posibilidades de alcanzarlos. 

Descubriremos el placer del trabajo y el gusto por desarrollar nuestra creatividad, nuestra inventiva, porque ahora todo nos resultará más cómodo, más sencillo, más espontáneo. Seremos nosotros mismos, conviviendo con todo lo que somos y motivados a impulsar nuestros proyectos personales, sin correr tras quimeras ajenas; recordemos que hay quien se ha hecho rico haciendo zapatos, dando sentido al dicho popular que dice “zapatero, a tu zapato”. “Cada uno de nosotros está en la tierra para descubrir su propio camino, y jamás seremos felices si seguimos el de otro”, nos dice James van Praagh. 

Sabemos que encontrarle sabor a las cosas que hacemos a diario, en forma cotidiana y monótona, no resulta del todo fácil, sobre todo cuando estamos inmersos en la urgencia de sacar adelante nuestra responsabilidad familiar y laboral, cuando vivimos con el piloto automático, sin asumir el control de nuestras decisiones, concentrados en lo que “tenemos que hacer”, y pasando por alto lo más importante, dejando de disfrutar el momento. 

Pero desarrollar la conciencia de lo que estamos haciendo, viviendo el aquí y ahora, nos permitirá encontrarle sentido a nuestro esfuerzo, valoraremos lo que tenemos en nuestro entorno y nos permitirá mantener la vista bien puesta en nuestros propios objetivos, con un manejo racional de nuestro tiempo. 

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