Altruismo, una loa a la esperanza

7 febrero, 2021
Altruismo, una loa a la esperanza

Esa vocación de trascender en lo que cotidianamente hacemos, sin más deseo que servir a los demás, eso que conocemos como altruismo, es lo que nos da la explicación de la respuesta espontánea de los médicos, enfermeras y todos aquellos que se han enfrascado en esta batalla desigual, por salvar millones de vidas en medio de esta pandemia, poniendo en riesgo la propia. 

Rayando en lo heroico, han sumado horas a sus días, y rechazado el descanso, ante la magnitud del sufrimiento que a ras de suelo viven los que, por desgracia, han sido contagiados por el virus causante de la enfermedad del coronavirus. Su impotencia ante lo inevitable, pone al límite su cordura y supera su capacidad de resistencia.  

Todos los días nos llegan noticias de su lucha sin fronteras, unidos en una sola misión, con el único objetivo de apoyarse sin credos, ni religiones, lenguas o razas, color o ideologías políticas; se concentran desde todos los rincones del planeta, en socorrer los llamados de auxilio de quienes se ven rebasados en sus posibilidades para responder a la emergencia. 

Son ellos los que con su ejemplo nos muestran el camino, para entender lo trascendente que es estar dispuesto a trabajar en favor de quienes nos rodean. En todos los idiomas resuenan las mismas recomendaciones; cada segundo, repiten las mismas indicaciones para todos, poniendo énfasis en la necesidad del cuidado personal y las consecuencias familiares y sociales de la irresponsabilidad de ignorarlas. 

Miles han quedado en el camino, han dejado su vida atendiendo a los enfermos y han pasado la estafeta a sus discípulos que continúan en la lucha sin cesar, dando sentido de esperanza a la humanidad que, en el fondo, todos estamos llamados a alimentar, para no olvidar lo mejor de la naturaleza humana. 

Cuando todo nos decía que la empatía y el altruismo estaba decayendo, que el egoísmo estaba dominando nuestra realidad cotidiana, esta pandemia ha venido a decirnos lo contrario. La preocupación es mutua. El sentimiento de pérdida que dejan los que ya no están es enorme y el dolor que surge del fondo del corazón universal, producto de millones de seres afectados por esta tristeza, nos invade cada día a todos por igual, ante la certeza que causan las vivencias cada vez más cercanas a nuestra realidad, materializándose en nombres y apellidos conocidos, en rostros de personas muy amadas. 

Cada día tomamos conciencia de esas ausencias que dejaron un abismo de dolor, porque se fueron sin poder decirles adiós, sin un “te quiero” o sin un “lo siento”, haciendo más difícil el proceso de duelo. Creo que esto es lo que nos permite volver a reencontrarnos con el altruismo, con la empatía de hacer nuestro ese dolor, que rogamos al cielo no vivirlo, pero que nos conmueve y nos hace más humanos. 

El Dalai Lama, en su libro “Conócete a ti mismo, tal como realmente eres”, decía que “el altruismo es la respuesta más eficaz contra el sufrimiento”; atender las demandas de ayuda de quienes tenemos al lado, sin detenernos a reflexionar si son o no parte de nuestra familia, nos está permitiendo recuperar la sensibilidad para solidarizarnos ante las necesidades de quienes no cuentan con suficientes recursos para satisfacerlas por sí mismos, sin mayor interés que acompañarnos en este sentimiento colectivo que causa la zozobra de lo desconocido. 

Cómo no recordar los versos que John Donne, escribió después de leer ¿Por quién doblan las campanas? una de las obras más conocidas de Ernest Hemingway premio Novel de Literatura en 1954, y que en su reflexión concluye: “Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”. 

Miles de historias de héroes anónimos que pasarán al olvido, se están escribiendo cada segundo, porque sin identidad propia, están construyendo la narrativa de una tragedia que será recordada por las futuras generaciones. Su solidaridad y su desprendimiento, está en esa mano que se extiende, en esa frase de aliento, en esa palmada de apoyo, tan necesarias para seguir adelante, acompañando a quienes van superando la prueba, pero que han quedado marcados para siempre. 

Hoy más que nunca vivimos en un mundo donde todos nos reconocemos como hermanos, donde la diversidad es necesaria, y nuestras diferencias saltan a la vista, pero que, de alguna manera, nos está permitiendo recuperar esa esencia altruista, que rescata la humanidad y nos llena de esperanza. 

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