El sindicato petrolero y sus mafias de poder

17 marzo, 2021

Corría el verano de 1989  en Tamaulipas. La clase política del estado, aun no digería  del todo, los sucesos  del Quinazo, (el arresto del líder sindical petrolero, Joaquín Hernández  Galicia, La Quina, ocurrido en enero de ese mismo año), cuando los reporteros que cubríamos la fuente, en la capital  del estado, seríamos testigos de un evento que jamás  se borrará de nuestra memoria. 

  Eran aproximadamente las 10 de la mañana, en el  recinto  del Centro  Cultural  “Amalia González  Caballero de Castillo Ledón”. Desde un día anterior habían hablado a  las oficinas de los  periódicos locales, para que uno de sus reporteros cubriese aquella reunión y rueda de prensa, que por si sola constituía una interesante noticia. 

   Resulta que ese día, estaría en la capital del estado,  el nuevo dirigente del sindicato petrolero, Sebastián  Guzmán  Cabrera designado  por el gobierno salinista, para que ocupase el cargo del defenestrado  líder Hernández Galicia, y de su dirigente formal, el llamado  “Campeón de la  Amistad”, Salvador Barragán Camacho. 

 Joaquín y Chava, fueron devorados de una tarascada por el mismo sistema priista  que los había creado, considerándolos, hasta el momento de su derrumbe, un mal necesario. 

  Años atrás, los periodistas  victorenses habíamos entrevistado en más de una ocasión al Cacique Hernández Galicia, y  sufrido en carne propia sus reacciones iracundas, cuando llegábamos a formularle preguntas incómodas, como aquellas  sobre el presunto contratismo,  del sindicato con las obras de PEMEX, y cosas por el estilo.  

—-A mi no me anden preguntando esas pendejadas!, nos dijo una vez, en un evento donde se ponía la primera piedra del área oncológica del Hospital Infantil.  

Esa vez, La Quina andaba de buen humor, pero una pregunta picuda  sobre la corrupción sindical rompió el hechizo, y  ya no quiso  hablar. Como era de esperarse, sus guardaespaldas nos espetaron en un tono no muy amigable, algo así como: 

—Aléjense, ya no molesten al señor. 

   A la Quina lo que le gustaba era que uno le preguntara  sobre las granjas de alimentos y demás acciones que buscaban crear la aureola de un generoso paternalismo sindical. Aunque atrás  de esa imagen, se escondía la de un oscuro personaje de horca y cuchillo, que solía repartir castigos y favores, a la clásica usanza de los poderosos capos sicilianos. 

  Ese era Hernández  Galicia, de carne y hueso. Pero…¿Quién era Sebastián Guzmán Cabrera…? Pronto lo conoceríamos: 

 Ya desde el arribo del nuevo líder y de su séquito  al  Castillo Ledón, los visitantes exhibieron  notorio alarde de fuerza, expresado en un excesivo aparato de seguridad. Aquello no parecía una dirigencia de la clase obrera mexicana, al estilo del ferrocarrilero Demetrio Vallejo, a finales de los cincuenta, sino, una copia fidedigna del viejo Chicago en los años treinta. Ciertamente que ya no eran los sombreros Borsalino ni  los Cadillac al estilo Capone. 

 Era la mafia del sindicato más acaudalado. El gremio petrolero.  

  Expresiones  de un proceso gremial, que había evolucionado en su descomposición  hacia un gangsterismo  sindical, empoderado desde la parte más alta de Estado mexicano. 

A las 10: 30  de la mañana, apareció en escena aquel líder emergente del STPRM, sacado de las filas jubiladas por el Presidente  Salinas. De  tez morena, camisa de manga corta. Apenas empezaba su presentación ante los medios, cuando sorpresivamente se fue la luz. Todo quedó en la semi penumbra. 

 Y fue entonces cuando los reporteros pudimos ver que un grupo de pistoleros empuñaban sus metralletas y  peinaban con la mirada hacia todos lados. Aquello superó las escenas de Al Pacino en la cinta Cara Cortada. 

Poco después, en 1993, llegaría un Corleone que resulto ser más hábil que sus antecesores:  Carlos  Romero Deschamps. De modesto chofer de la Quina, escaló hacia la máxima cumbre del poder y los privilegios. Lustros atrás, empezó como eventual en la refinería de Salamanca. Hoy se especula que llegó a amasar una fortuna cercana a los cien mil millones de pesos. 

Lujos que  se le conocen: una casa en Cancún por 18.7 millones  de pesos. Propiedades en exclusivos clubs de Miami, valuadas en 110.8 millones. Joyas y relojes marca Aude Piquet, y un excéntrico gusto por  los yates de lujo, para él y para sus hijos.  

  Este martes, 16 de marzo, el Presidente Andrés  Manuel  López Obrador anunció que Romero Deschamps, queda fuera del sindicato petrolero. Renunció, y con ello, se da vuelta a la última página de un imperio, marcado por la ambición, el enriquecimiento desmedido; el uso y abuso  del poder sindical. Esperemos que lo investiguen y que devuelva lo robado. Que el tema no se quede en el borrón y cuenta nueva.

Pero…¿Qué otro “Frankenstein” del petróleo, podría estarse cocinando?  

 Esperemos que en los tiempos de la 4T, haya una verdadera reconversión política y moral, en el sindicato más poderoso del país. 

  Al menos, esa es la apuesta.