Intoxicación por noticias falsas

12 julio, 2021
Intoxicación por noticias falsas

Mucho se habla hoy en día de los efectos negativos que nos causa la saturación de información a la que estamos expuestos. Es tanto el contenido informativo que se bombardea a cada momento en la radio y la televisión, o por las diferentes plataformas como Twitter, YouTube o Facebook, propagando noticias ciertas o falsas, que se ha generado un estado de desinformación a tal grado, que aún no podemos medir las consecuencias sociales y emocionales que está causando la ahora llamada infodemia. 

Contrario a lo esperado, la sociedad está cada vez más desinformada, confundida, manipulada. Nos hemos convertido en rehenes de intereses comerciales, ideológicos y políticos, de guerras entre grupos que luchan por mantener el poder y disponer del presupuesto público como un botín en beneficio de empresas privadas. 

Los avances en la internet y el surgimiento de las redes sociales, han contribuido con mucho a la pérdida de confianza en los líderes de opinión tradicionales que ahora son descubiertos manipulando información y difundiendo noticias falsas reiteradamente, en la práctica ciega de la consigna atribuida al publicista nazi Joseph Goebbels que decía: “Repite una mentira con suficiente frecuencia y se convierte en verdad”.

A diario escuchamos opiniones uniformadas, de los principales voceros de periódicos y páginas de diarios digitales que a coro repiten sin cesar durante todo el día, la misma noticia tergiversada, supeditada a los intereses del emisor y buscando influir en el auditorio para obtener una respuesta automatizada, sin análisis, ni crítica de lo que se informa. 

Han generado una gran necesidad de mantenernos informados. La mayor parte del día traemos en las manos el celular o la tablet recibiendo decenas de mensajes que reclaman nuestra atención, sin detenernos a pensar como nos influyen emocionalmente, ni como nos afectan en la toma de decisiones. Lo cierto es que queremos estar enterados al minuto de lo que pasa en el mundo y en nuestro entorno inmediato, sin detenernos a pensar en la ansiedad que esto nos genera al recibirlos. 

Nos han quitado la tranquilidad de la vida cotidiana. El ruido incesante de las noticias falsas o exageradas, nos acompaña las 24 horas día, con recuerdos de acontecimientos cercanos o distantes que las más de las veces no nos afectan directamente, pero que influyen en nuestro estado de ánimo. 

Siento que es el momento de hacer un alto y cuestionar todo lo que se nos dice. Por qué se abusa de la generación del miedo y de la desconfianza. A quién beneficia, a quien perjudica. Cuál es el verdadero objetivo del mensaje. 

Recuerdo que cuando estudiaba en la universidad, más de uno de mis maestros nos pedía hacer algún tipo de investigación y para ello nos sugería tres o cuatro autores que defendían posiciones encontradas del mismo tema, pero al hacer el resumen exigían un enfoque personalizado, prohibiendo hacer una relatoría de citas textuales de cualquiera de los mismos. Había que expresar nuestro criterio, argumentando que si, o que no era coincidente con nuestra opinión. Había que defenderla, con nuestras propias palabras, expresando nuestras ideas y reflexiones.  

Si tocaba el turno a alguna novela, debíamos identificar que necesidades cubría y que anhelos despertaba. Cuál era el secreto del éxito que tenía, por qué millones de lectores corrían a las librerías para adquirir un ejemplar. Así descubrí cómo se manipulan las necesidades emocionales de la gente y como las satisface el lector con su narrativa.  

Debo confesar que al final, era muy enriquecedor escuchar opiniones encontradas que daban luz a lo que habíamos interpretado cada uno de nosotros. Nos abríamos al aprendizaje crítico, analizando y escudriñando el entorno en que habían sido escritos y el momento histórico que cada uno de los escritores había vivido. Todo eso tenía un peso. Mostraba la evolución del pensamiento humano y sus preocupaciones. 

Hoy más que nunca estoy convencida de la necesidad de generar opinión, de analizar y cuestionar todo lo que se nos informa. A quién beneficia, a quién perjudica. ¿Somos responsables?, ¿cómo podemos participar en la solución de los conflictos? No podemos asumir como cierto todo lo que escuchamos. Busquemos una segunda opinión, y de ser posible que sea encontrada, opuesta y valoremos las posibilidades reales de cada una de ellas para evitar caer en la manipulación desmedida de intereses creados. 

Necesitamos desintoxicarnos, hacer cosas agradables, limpiar nuestra mente de esa carga informativa que mueve nuestras emociones y nuestros sentimientos hacia lugares insospechados de miedo y angustia, de incertidumbre y desconfianza en el futuro. 

Programas musicales, películas, compañía y silencio sustancioso con la complicidad de un buen libro, son el mejor antídoto para la tristeza y la depresión que nos provoca una grave intoxicación provocada por noticias falsas.