Saber esperar sin renunciar

19 julio, 2021
Saber esperar sin renunciar

El pasado, muchas veces nos ha dejado vacíos, cansados y con sentimientos de culpa, o bien con el recuerdo de momentos imborrables que se quedaron prendidos en la memoria, llenos de emociones que deseáramos repetir, que quisiéramos guardar como en una fotografía, rogando al tiempo que vuelvan al percibir como poco a poco se diluyen, sin que apenas podamos hacer algo por evitarlo, invadiéndonos la nostalgia y/o el dolor.  

Lo porvenir, nos arrebata de igual manera el presente. Concentramos nuestro mayor esfuerzo en conseguir lo que tanto deseamos, llevándonos al extremo de consumir nuestras horas en una multiplicidad de proyectos que nos obligan a permanecer en un constante estado de alerta, que pone al límite la capacidad para sobrellevar los contratiempos que se presentan en el camino, o para disfrutar de la compañía de nuestros amigos y familiares; y a pesar que el futuro nos cobija con la incertidumbre, la duda y el temor a lo desconocido, vivimos en ese péndulo del ayer al mañana, dejando de lado vivir el momento, sufriendo o ilusionando, pero sin concentrarnos en lo que estamos construyendo hoy mismo.  

Si bien es cierto, es imposible vivir en una permanente sensación de felicidad, de plenitud y satisfacción, es innegable cuánto influyen en nuestro accionar los pensamientos que guían minuto a minuto nuestra energía. Es aquí, en el presente, que se viven los momentos de mayor exigencia, de mayor ansiedad por hacer todo lo posible para concretar nuestros sueños. Pero también es cierto, que es en el aquí y ahora, que se toman las mayores decisiones, que se dan los grandes golpes de timón para redirigir el rumbo y que es necesario de vez en vez, hacer un alto para ver cómo vamos.  

Qué hacer cuando no coinciden los resultados con el enorme esfuerzo invertido. Cómo saber esperar cuando ambos no empatan. Cuando las aristas se complican y multiplican el esfuerzo, pero no proporcionan el fruto deseado. Cómo mantener la cordura, el equilibrio, cuando el ritmo que nos acompaña pone pausa y frena. Cómo romper ese círculo vicioso de ansiedad y estrés que anula nuestra creatividad y nubla nuestra imaginación.  

Todo parece indicar que es momento de hacer un alto y redefinir la ruta que nos conducirá hasta donde deseamos llegar. Recordemos que muchos son los caminos que llevan a Roma. Identifiquemos y analicemos las señales que se nos presentan. No podemos seguir corriendo indefinidamente cuando el rumbo ha cambiado. Si el timón se gira una milésima de grado, nuestro barco ya no llegará al destino programado.  

Saber esperar con paciencia, nos permitirá recuperar la calma y la reflexión necesarias para aprender lo que día a día se va construyendo y nos va dando experiencia y sabiduría. El mejor ejemplo lo aprendí de mi padre que vivía respetando el ritmo que le imponía la naturaleza. El sabía cómo y cuándo había que preparar la tierra, cuándo poner la semilla en el surco, pero también sabía cuánto habría que esperar para recoger el fruto. Todo tiene su tiempo. Todo implica un proceso.  

Forzar las cosas solo nos lleva a experimentar sensaciones de frustración, ansiedad e incertidumbre. Hacer lo que se tiene que hacer y esperar los resultados de nuestro esfuerzo y dedicación nos dará madurez y aprenderemos con ellos, indistintamente si son favorables o no. Los aceptemos o no.  

La espera puede convertirse en un tiempo muerto, en un desasosiego, aburrimiento e impaciencia. Hoy en día vivimos en una sociedad que solo mide el rendimiento y los resultados, más que proporcionar elementos para la felicidad del ser humano, lo que está logrando es llevarnos al agotamiento físico, mental y emocional, al sentirnos frustrados e insatisfechos, inmersos en una sucesión interminable de acontecimientos que no conducen a un fin deseado.  

Pero la espera también puede ser la mejor oportunidad para serenarnos, detenernos para recuperar nuestra energía, nuestra lucidez y analizar con mayor claridad a que nos estamos enfrentando, que obstruye nuestro avance y tratar de encontrar nuevas alternativas que nos lleven a nuestro destino. No se trata de renunciar. No por supuesto que no. Pero es de sabios intentar nuevas formas de hacer las cosas. Si topamos con pared, quizás sea necesario, como en el juego del laberinto regresarnos por otro camino, hasta dar con la salida correcta.  

Esperar con paciencia, con coraje y valentía no significa desistir, más bien es mantener nuestra mirada fija en nuestras metas a largo plazo, esperando que el vendaval se aleje para continuar nuestro viaje. Supone madurez, autocontrol, tolerancia a la frustración, capacidad para visualizar en perspectiva la realidad.