Nos aplican la chaviña

6 agosto, 2021
Nos aplican la chaviña

México está pasando de una democracia en ciernes a una dictadura disfrazada y de una  economía emergente a una economía sumergida.

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Twitter: @efranklerigan

La situación de México, económica, política, social, empeora día con día y las decisiones presidenciales parecen pensadas para para agravarla.

A cada mala decisión viene otra peor. Cada ocurrencia para corregir lo que andaba mal —a veces sólo según él— se torna en una medida catastrófica.

Si el precio del petróleo sube y empuja el precio del gas LP y la inflación, la decisión de López no es pactar, dialogar, encontrar alternativa.

La decisión es crear una paraestatal a costa del erario, sin un estudio previo, sin saber qué provocará, a quién dañara, porque quiso lucirse como justiciero de pueblo.

Si los gobernadores, funcionarios públicos o editores expresan desacuerdos, su solución es responder con el garrote fiscal o con una Fiscalía nada independiente.

Pero aún ya decidido por la coerción, López parece desconocer que la Tercera Ley de Newton es un hecho tan real como día y noche le guste o no.

Cada decisión trae escenarios nuevos, eso ocurre siempre, pero aquí y ahora, de cada problema nace otro peor y con mayores consecuencias.

Y frecuentemente las mentadas soluciones surgen de aguas calmas, como su  alabanza a la dictadura cubana, su invitación al yanquicidio y la exaltación del Bolviar chavista.

¿Deliberadamente quiere quebrar al país que encontró, o  su proyecto es bolivarizar a México o simplemente no tiene ni idea de qué está haciendo?

Y si todo fuera el lío del gas, que amenaza con ponerse feo para todos, pero lo mismo ocurrió ya con la gasolina, las farmacéuticas, la pandemia, el sistema de salud, la educación, y más que obvio, la economía

Y ahora sigue con las relaciones con el país que absorbe 3 de cada 4.5 dólares de exportaciones mexicanas, el único proveedor de gas natural viable.

Tal parece que, entre las acciones posibles, López Obrador siempre elige la peor y su gobierno ya es un horror digno de una novela de Stephen King.

Cuando concluya el gobierno lopista, por la vía constitucional o porque Azrael se le presente, México habrá caído en un abismo del que costará décadas salir.

En 2018 Andrés  Manuel López Obrador decidió terminar con un aeropuerto que le daría a México ingresos adicionales por unos 2,500 millones de dólares anuales.

No había más razón que cumplir una torpe promesa de campaña y quizá revaluar terrenos de propios, pero a  México su nuevo aeropuerto sólo le reportará problemas.

El lío costará al menos 120 mil millones adicionales, como costará miles de empleos formales la cancelación de las Zonas Económicas Especiales (ZEE) y sus 5,000 MDD de inversiones comprometidas.

Reventó Progresa por una serie de programas de corte neoliberal, que a la fecha no se sabe quién los recibe, pero sí que son más gente de clase media que pobres.

Aun así, los descalzonados — como dijo y luego desdijo un clásico de la política mexicana— compran sus mentiras y hasta la usan en defensa de su presidente.

Además de que el gobierno de Biden comienza a reaccionar contra el obradorismo, la delincuencia organizada toma una dimensión monstruosa.

La demanda contra los fabricantes de armas se les hizo sencillita, pero ni Washington ha podido con ellos, y es claro que ahí si les va a salir embarazada la muchacha.

El dialogo y el acuerdo, herramientas de quien privilegia la política sobre la coerción, no se hicieron para López Obrador.

Es posible que para 2024 ya no haya libre comercio o inversión foránea, y que nos aplique la “chaviña” que empobreció a Venezuela, hace 20 años el país rico de América Latina y hoy el más pobre.

Lo claro es que México está pasando de una democracia en ciernes a una dictadura sovietista disfrazada y de una  economía emergente a una economía sumergida.

No se trata de esta o aquella mala decisión, sino de que todas las decisiones, económicas, políticas, sociales, sólo han sembrado caos.