Para empezar, un voto de confianza

1 agosto, 2021
Para empezar, un voto de confianza

Decía mi abuelita que había que enamorarse primero de los defectos de la persona elegida, para saber si había posibilidades de que la relación durara. No había que culpar a nadie de nuestra equivocación al elegir pareja, si habíamos terminado desilusionados al paso del tiempo, era porque había que entender que poco a poco, los encantos que habíamos puesto en ella, uno a uno, se habían ido cayendo hasta encontrarnos con un ser humano con virtudes y defectos, igual que nosotros mismos. 

Por eso insistía que nos esforzáramos por descubrir lo que no nos gustaba de quien era el centro de nuestro enamoramiento. Si éramos capaces de sobrellevar sus vicios, de aguantar sus coqueteos, de soportar su mal carácter, entonces todo era posible con un poco de amor y paciencia; pero si no era así, lo mejor era decir adiós antes de establecer un compromiso más serio. 

No valía la creencia de que, con el tiempo y nuestro amor, nuestra devoción y entrega, lograríamos hacer cambiar aquello que no era de nuestro completo agrado. No, era lo tomas o lo dejas. Después no se valían quejas o descalificaciones. Porque primero te verías canas en un espejo, que transformar la esencia de una persona adulta. Chango viejo no aprende truco nuevo, repetía y, además, de las virtudes ni hablar, por supuesto, todo era perfecto. 

Lo cierto es que pocas veces se conoce bien a la persona con la que intentas establecer una relación duradera basada en el amor y el respeto. Muchos de los ingredientes que se mezclan al tomar una decisión de tal envergadura, se basan para empezar, en un voto de confianza. 

Encontrar los detalles que hagan más llevaderos los defectos, será sin duda la mejor manera de hacer que una relación permanezca a pesar del paso de los años. Aprender a conocer el carácter, a compartir las emociones y a descubrir la verdadera identidad de nuestro compañero de vida, será tarea de todos los días, porque mucho afectarán las circunstancias que nos rodean, en el ánimo y la motivación cotidiana. 

Desarrollar nuestra capacidad de respuesta ante lo imprevisto, la fortaleza para enfrentar los grandes retos que nos confrontan con nuestras propias debilidades y saber vivirlas sin culpar a nuestra pareja, será necesario para ganar la carrera de la vida. Indispensable aceptar sin menospreciar sus limitaciones y acompañar su crecimiento, reconociendo nuestras propias carencias con humildad y deseo de superarlas. 

Sabiendo que un reproche, una crítica, una queja sobre el otro o más aún una agresión disfrazada con palabras bonitas, lastima en lo más íntimo y poco a poco se irá alimentando la frustración y la desilusión, sentimientos que pavimentan el camino seguro al rencor y al desamor. 

No podemos embarcarnos en medio de una aventura queriendo cambiar todo lo que encontramos a nuestro paso, criticando todo lo construido y tratando de echar abajo lo que no coincide con nuestras expectativas, sin el disfrute de la sorpresa. Abrirnos a la posibilidad de ir descubriendo el alma de quien hemos decidido compartirá con nosotros lo mejor y lo peor de nosotros mismos, nos dará la confianza de intentar crecer juntos. 

No se vale cambiar a nadie. Todos tenemos el derecho de ser como somos. No merece la pena destruir los sueños del otro para cumplir los nuestros. Ni imponer nuestros gustos y necesidades con el único afán de verlos satisfechos a costa del sacrificio de los suyos. Aceptarlo y reconocerlo tal como es, será la mayor muestra de amor que podamos darle. Aprender a negociar entre lo suyo y lo mío, nos conducirá siempre por mejores alternativas. 

A veces esa búsqueda de la perfección vista desde nuestra propia virtud, nos puede llevar a la creencia errónea de que tenemos en la mano la solución a todo, sin darnos la oportunidad de escuchar posiciones que enriquezcan el proceso en la mayoría de las áreas de nuestra vida. 

Llegar a viejos juntos después de muchos años vividos uno al lado del otro, pudiendo vernos a los ojos y reconociéndonos tal y como verdaderamente somos, sin el disfraz del inicio, será la recompensa más grande que podamos esperar. Reencontrarnos con la voluntad de continuar unidos más allá de los hijos y del compromiso moral, será la señal de que hicimos la mejor elección. 33 años lo certifican.