Emerson, ensayista y filósofo norteamericano de fama universal oriundo de Massachusetts, quien estuvo al lado de Lincoln en la Guerra de Secesión, decía que todo hombre bien nacido no debe ser conformista y quien desee merecer las palmas inmortales no debe estorbarle el nombre de la bondad, pues lo más sagrado es la integridad de nuestro propio espíritu, dijo Ralph.
Afirmaba que convenenciero es el duendecillo que bulle en los espíritus estrechos y rinde culto a los pequeños atolondrados. En cambio, las almas grandes nada tienen que ver con la conveniencia y dicen lo que piensan con palabras fuertes como cañonazos. Ser grande es ser incomprendido, lo mismo que le sucedió a ese espíritu puro y sabio como Sócrates o Jesús.
Describió a Napoleón como un hombre de piedra y hierro, de cabalgar sin reposo ni alimento, con la velocidad e ímpetu con que salta el tigre, hombre que no se dejaba vencer por obstáculo alguno, rápido, compacto, prudente, realista, firme, seguro, abnegado; veía dónde estaba la médula del asunto. No fue cruel ni sanguinario, ¡pero pobre del que se cruzaba en su camino!
