A finales de la década de los ochenta, en pleno arranque del sexenio de Carlos Salinas de Gortari que insertó de lleno a nuestro país, en el modelo neoliberal, se vivió en Tamaulipas entre ciertos grupos de intelectuales y políticos una especie de replanteamiento ideológico o revisionismo de lo que hasta ese entonces había significado la izquierda, vista desde la perspectiva de la llamada línea de masas, una variante del marxismo en su versión maoísta.
El personaje tamaulipeco que encabezó esta etapa fue el economista Hugo Andrés Araujo de la Torre mismo que había compartido sus estudios en la UNAM, con personajes como Alberto Anaya, Rolando Cordera, Manuel Camacho, (el guía de Marcelo Ebrard) y el mismo Salinas de Gortari, un tecnócrata egresado de la universidad pública más importante del país, pero posteriormente formado en la Universidad de Harvard donde cursó dos maestrías y un doctorado.
Con el apoyo de Hugo Andrés, (pues ambos compartimos la patria chica de Llera y en mi posición de Presidente estatal de la Unión de Periodistas Demócraticos), tuve la oportunidad de organizar en ciudad Victoria una serie de conferencias impartidas por académicos e intelectuales de reconocido prestigio, entre ellos Rolando Cordera, un economista de izquierda egresado de la UNAM y con estudios en la Escuela de Economía de Londres.
Ya para ese entonces, Cordera, profesor emérito de la UNAM había escrito en coautoría con el brillante economista Carlos Tello Macías, el libro “La Disputa por la Nación” en 1981, justo en los albores del agotamiento del modelo keynesiano de desarrollo que privilegiaba la supremacía del Estado sobre la economía. Y el nacimiento de la economía del mercado global, dictada desde el Fondo Monetario Internacional.
Recuerdo que viajé desde esta capital en un carrito de medio pelo por Cordera mismo que había arribado por la ciudad de Matamoros. Tuvimos suficiente tiempo para platicar sobre el panorama político, sin profundizar obviamente en temas de academia, pero viendo la política desde las llanuras del análisis, y las perspectivas de abatir la desigualdad social en el contexto del salinismo.
Desprovisto de las armas doctorales que mi dilecto pasajero poseía, pero impulsado por mi tendencia a cuestionar el ejercicio del poder público, en varias ocasiones le inquirí al economista Cordera si el sexenio de Carlos Salinas, (aun en ciernes), no incubaba ya desde ese momento, un proyecto de derecha, que trazaba alianzas con la derecha panista,y al mismo tiempo desmontaba de tajo los liderazgos tradicionales del priismo populista y benefactor.
De ese viaje por carretera, han pasado ya más de tres décadas y como es lógico suponer, no puedo transcribir aquí, las palabras tal cual me las comentó el respetable intelectual de Nexos, pero lo que sí recuerdo a manera de generalidades, es que cuantas veces insistí en la crítica periodística hacia el salinismo, las mismas veces que el señor Cordera defendió a este régimen, subrayando ante todo el concepto del cambio.
Hoy me pregunto si dicho cambio fue hacia adelante o si la llamada política moderna ejercida por Salinas, marcó un retroceso. Después de todo, el neoliberalismo a la mexicana no fue otra cosa que un capitalismo de cuates donde más que atender al espíritu de la economía liberal nacida en la Inglaterra del siglo XVII, lo que sucedió fue el surgimiento de nuevos y poderosos monopolios como el de las comunicaciones de Carlos Slim.
Tampoco creo que las opiniones del señor Cordera favorables al salinismo hubiesen sido dolosas. Tal vez como muchos otros intelectuales de izquierda, RCC también creyó en su momento que programas como el de Solidaridad implementado por Salinas iban a resolver las abismales diferencias en el nivel de vida de los mexicanos.
Finamente el instrumento de alianza social, planteado por el salinismo, conocido como Programa Nacional de Solidaridad, PRONASOL , no cumplió con sus objetivos anunciados. En teoría se beneficiaría grandemente a los grupos indígenas, campesinos, y los amplios grupos populares de los centros urbanos.
Pero la manera como concluyó el sexenio de CSG, con movimientos insurgentes, narcotráfico, magnicidios y crisis económica, demostraron que, el viraje del modelo desarrollista a la supremacía del mercado global y la macroeconomía por encima de las necesidades sociales, fue un completo fracaso. En eso concluyó el sueño de los llamados chicos de Harvard.
Al igual que el echeverrismo en los setenta, el salinismo logró cooptar a connotados grupos de intelectuales tanto de izquierda como de derecha. En cierta forma, estas elites del pensamiento validaron en su momento las acciones y el estilo personal de quienes estuvieron en el poder.
Sin embargo hoy, en la era de las redes sociales, la figura y el peso de esa intelectualidad ha perdido fuerza. De ahí que un producto genuino de esas redes, como lo es el Presidente Andrés Manuel López Obrador, se atreva a cuestionar a la UNAM, asegurando que no han esgrimido una sola crítica contra el neoliberalismo.
Rolando Cordera ha replicado que, él lo hizo desde el alma mater nacional , con aquel libro señero escrito en 1981. (La Disputa por la Nación). Pero ya en 1988, Cordera y su grupo de pensadores era ya totalmente afín al Presidente Salinas y a sus políticas de gobierno. Salinas los sedujo desde el poder.
¿Qué ha ocurrido después?
Ahora lo que observamos es un cambio en la política de Estado en relación a los intelectuales. Ya no se les recluta y se les apapacha como ocurrió en años anteriores. Ahora se les cuestiona. Y en ese sentido la eterna luna de miel entre los intelectuales y el Estado requiere de un replanteamiento.
Por otra parte, los intelectuales en México y en el mundo ya no tienen el mismo peso en la era de las redes sociales.
¿Requieren las élites del pensamiento teórico e intelectual reinventarse después de que se están viendo arrasadas y reducidas a su mínima expresión por las nuevas tecnologías de la comunicación que todo lo desacralizan y lo cuestionan?
Me parece que es una pregunta actual y pertinente.