María Esther Beltrán Martinez
El verano llega y para muchos es tiempo de vacaciones individuales, familiares o con amistades. Las escenas que vende el mercado de consumo son idílicas. Playas hermosas,cuerpos torneados, familias sonriendo y consumiendo lo mejor que puede dar el mercado de consumo todos los veranos.
Sin embargo, la realidad es que un gran porcentaje de la población, sus veranos nada tiene que ver con lo que se presenta el consumo, por medio de la televisión , redes sociales o simplemente en la publicidad que hay en la calle.
María Quevedo , directora de tratamiento de la clínica Recal de España especializada en tratamiento y rehabilitación de adicciones fundada por Maximiliano de Habsburgo, alerta de un aumento significativo de los comportamientos de riesgo y recaídas en esta época del año.
En el verano no solo se trata de pasarlo bien, sino de aparentar que se está viviendo el mejor de todos. “Muchas personas terminan desconectadas de sí mismas, frustradas o ansiosas. Y en este vacío emocional, el consumo de alcohol y drogas aparece como una vía de escape. En verano se relajan las rutinas, bajan las responsabilidades y aumentan las oportunidades para consumir. A menudo esto se disfraza de diversión o permisividad, pero puede convertirse en un entorno muy peligroso para quien convive con una adicción”, explica Quevedo.
Con la experiencia que tiene la especialista comenta que durante los meses estivales, las demandas de ayuda crecen. Muchas llegan por parte de personas que ya habían iniciado un proceso de recuperación y sufren una recaída, pero también de familiares que, por primera vez, detectan una situación de dependencia. Las adicciones más frecuentes en verano incluyen: alcoholismo, adicción al cannabis, adicción a la cocaína, dependencia al smartphone, redes sociales y nuevas tecnologías, así como la adicción a las compras.
No sólo las sustancias tóxicas hacen daño, han acostumbrado que un verano con compras es bueno y qué decir de estar enchufado con el móvil, subiendo fotos y o revisando las diferentes redes sociales. Se puede estar frente al mar y no darse cuenta de lo que sucede alrededor porqué no se quita la vista de la pantalla.
El exceso de tiempo libre y el menor peso de las responsabilidades hacen que muchas personas bajen la guardia. “La desconexión que se busca puede acabar convirtiéndose en una desconexión emocional que nos deja más vulnerables a cualquier impulso o exceso”, señala Quevedo. Y agrega que la combinación de tiempo libre, ocio nocturno, consumo normalizado de alcohol y otras sustancias, junto con la presión social y el uso intensivo de redes sociales, genera un cóctel que favorece los excesos. “No solo se trata de pasarlo bien, sino de aparentar que se está viviendo el mejor verano de todos. Esta necesidad constante de estímulo y validación puede generar frustración, ansiedad y una desconexión emocional que muchas veces se intenta tapar con consumo”, asegura Quevedo.
Señala que cada verano, aumentan las peticiones de ayuda, tanto de personas que sufren una recaída como de familiares que, por primera vez, detectan un problema de consumo en su entorno cercano. Este tipo de solicitudes suele producirse tras episodios preocupantes o situaciones fuera de control durante fiestas, viajes o encuentros veraniegos.
“Muchas personas llegan a nuestras puertas después del verano porque lo que parecía un exceso puntual se ha convertido en algo más serio. Otras vienen tras una recaída. Por eso es tan importante entender que el verano no es un paréntesis inocuo: también es un momento crítico que requiere acompañamiento, prevención y herramientas para saber decir no”, concluye Quevedo.
Recomienda que es fundamental estar atentos a los cambios de comportamiento, reforzar los espacios de ocio saludables y mantener límites personales claros, incluso en verano. Pedir ayuda a tiempo puede marcar la diferencia: muchas veces, el primer paso para superar una adicción es una conversación honesta y sin juicios.