Columna Política.
Lo que comenzó como una reunión más para celebrar “negocios” y días de bonanza entre el diputado federal Wblester Santiago Pineda y el entonces director general de la Junta de Caminos del Estado de México, Mario Ariel Juárez Rodríguez, terminó convirtiéndose en la guillotina política de ambos.
Una borrachera sí, una pendejez de dos funcionarios que se pensaron todo poderosos sin serlo, fue suficiente para exponer prepotencias, abusos, corrupción acumulada y la falsa sensación de impunidad con la que ambos se movían.
El hoy ex funcionario Ariel Juárez Rodríguez, se sentía intocable dentro del gobierno estatal pero nunca pensó que una peda sería el escándalo que terminaría con un desenlace que era inevitable. Su “renuncia”, aceptada sin titubeos por la gobernadora Delfina Gómez Álvarez, llegó como una consecuencia lógica para un personaje que siempre estuvo más cerca de ser un problema que una solución para la administración estatal.
Juárez Rodríguez cargaba consigo señalamientos de corrupción, convenios opacos, favoritismos y una conducción deficiente de la Junta de Caminos, dependencia que se convirtió en uno de los puntos más débiles de este gobierno por su falta de atención, su evidente desorden interno y el descarado valemadrismo para responder a las necesidades de los mexiquenses. Era un funcionario que se creía protegido por la gobernadora y su círculo cercano… hasta que dejó de serlo.
Lo que no lograron meses de denuncias ciudadanas y críticas por su pésimo desempeño, lo consiguió una borrachera acompañada de golpes, daños y abuso de poder en una plaza comercial de Metepec.
Ahora Juárez deberá presentarse ante la Fiscalía este viernes para declarar por los daños que entre él y Wblester provocaron para tratar de enmendar lo poco que le queda por cuidar que es la imagen de la que siempre un funcionario prepotente como él ha dicho, no le interesa mantener bien ante los medios de comunicación.
Por otro lado, el diputado federal Wblester Santiago Pineda, quien mas que envalentadonado salio puro “coyón” para afrontar los embates mediaticos, tras su actuar según diversas versiones tuvo que desembolsar alrededor de $400 mil pesos para reparar los daños ocasionados en la plaza Town Square en Metepec. Una suma que evidencia la magnitud de los destrozos y el grado de irresponsabilidad con el que actuó el legislador del Partido del Trabajo, quien como rata de cañeria solo salió de noche y hoy en dia se encuentra en su madriguera sin salir seguramente buscando una salida al desmadrito que armaron él y su compañero de parranda y que hoy tiene a su patrocinador fuera del gobierno estatal. Para él no habra consecuencias más que la quemazón mediática que le dieron. Pues a la fecha, su dirigencia nacional no ha emitido postura alguna.
En la Cámara de Diputados, comunicadores y personal legislativo han intentado localizarlo en múltiples ocasiones sin éxito. El silencio no solo es vergonzoso, sino revelador.
En todo este episodio donde quedaron exhibidos los dos personajes, hay algo de suma importancia que la gobernadora Delfina Gómez no puede pasar por alto:
la recomendación pública de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien pidió revisar a fondo el tema de fondo que derivado de una borrachera salio a la luz sobre los contratos expedidos al diputado federal a través de las empresas y el actuar en la Junta de Caminos, algo que la Presienta mismo refirio en su mañanera del pueblo, se enteró a través de las redes sociales y medios de comunicación. Esos a los que Ariel siempre ha tenido tirria.
Ante este tipo de escandalos, No basta con aceptar una renuncia. No basta con dejar que “el tiempo pase”. No basta con deslindarse. Si no hay investigación real, la gobernadora Delfina Gómez Alvarez corre el riesgo de convertirse en cómplice por omisión.
El Estado de México no quiere repetir casos como los de Noroña o Adán Augusto, donde los excesos, la soberbia o la impunidad mancharon a los gobiernos que los cobijaban y solo van a desgastar a la gobernadora por eso la renuncia inmediata de Juárez Rodríguez, “pero esto no es como la rabia, muerto el perro se acabo la enfermedad”.
La gobernadora debe dejar claro que en su administración no se toleran funcionarios que se embriaguen de poder y borracheras que vinculen al gobierno estatal en lo negativo.
Como ejemplo y ex jefa de Juárez Rodríguez debe exigir que se investigue, que se esclarezca, que se sancione, y que se rinda cuentas a la ciudadanía de lo contrario seguirá viendose como una gobernadora endeble y sumisa.
Porque al final, este desastre no afecta solo a dos figuras públicas. Afecta a la imagen del Gobierno del Estado. Afecta a la gobernadora. Afecta la narrativa nacional.
Afecta la percepción ciudadana.
Mientras Delfina Gómez está luchando por construir un gobierno cercano, honesto y responsable, sus propios funcionarios la exponen, la contradicen y le generan crisis innecesarias, algo que ni ella hace desde que asumió su mandato. Esto hace recordar que cuando le preguntaron para su informe que calificación se daba ese 8.5 era por funcionarios como Mario Ariel.
El gabinete debe entenderlo:
Si embarran su nombre, si dañan la imagen del Estado, si creen que pueden comportarse como caciques protegidos… tendrán consecuencias.
Se necesita un mensaje firme y contundente.
Un mensaje ejemplar.
Un mensaje que haga entender que Delfina Gómez no protegerá a quien actúe con soberbia, corrupción, prepotencia o irresponsabilidad.
Hoy, más que nunca, la gobernadora debe reafirmar que gobierna con autoridad moral y política… no con tolerancia al desorden interno.
Porque lo que comenzó con una peda “tranquila” terminó exhibiendo a dos funcionarios, provocando daños, despidos y pagos… obligando a dejar claro que en el Estado de México no hay más espacio para quienes actúan como si fueran intocables y sacando a la luz un tema de contratos que no se había ventilado antes.
Pobres borrachos terminaron mal y hasta señalados por la presidenta, ¡tranquila decían, será tranquila la peda y ahí quedaron las consecuencias.
Si me lo cuentas con Santo y Seña lo publicamos.
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