Francia y su repugnante Olimpiada

1 agosto, 2024

Es mucha, la hipocresía de los grupos feministas mundiales. Por un lado, llegan al paroxismo en sus reclamos, cuando algún varón hostiga a una dama; por el otro, callan como momias –diría el profeta– cuando un pelao que se percibe como fémina, sube al ring a competir –bajo las reglas de boxeo–, con una verdadera mujer y la vapulea impunemente ante la complicidad de los jueces y los organizadores de las Olimpiadas de Francia.
No es una cuestión de igualdad de género.
Es un asunto de genética

.

La naturaleza, ha delineado a los varones con mayor masa muscular, y por consiguiente, a ser dueños de mayor fortaleza. Esto no es misoginia; es lo que se han comprobado en los laboratorios de los investigadores de esos polémicos temas.
Lo hecho por los ejecutivos de las Olimpiadas que acontecen en tierras galas, fue un crimen. Encerrar en un cuadrilátero a un hombre y a una mujer –en una competencia que debiera ser exclusiva para féminas– a darse de puños por la gloria propia y la de su país.
Ni un minuto, soportó la verdadera mujer el castigo de un individuo que argumenta percibirse como mujer, lo que le da el derecho a combatir contra damas.
El sujeto, sin el menor pudor festinó su triunfo.
La chica vapuleada, se quejó ante lo desigual de la pelea.
La italiana Ángela Carin se retiró de su combate de octavos de final de los Juegos Olímpicos de París 2024 a los 46 segundos.
El evento, ha causado revuelo a nivel global.
Más, por el lugar en donde ocurrió ese desaguisado: Francia, país célebre por sus históricos principios: Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Ni se ejerció la libertad –porque la libertad permitida al varón de enfrentarse contra una dama, afectó la de la mujer vilipendiada–.
Menos, se llevó a la práctica la igualdad: el espectáculo fue odiosamente desigual porque dotó de una monstruosa asimetría al intercambio de metralla.
Los despreciabes coordinadores de las contiendas de boxeo mandaron a los caños del drenaje los principios de la fraternidad.
La equidad de género, ha llevado por falsas percepciones, a circunstancias verdaderamente polémicas y contradictorias. Los promotores a ultranza de esa libertad, han cometido barbaridades en su nombre.
La de Angela Carín, es una de ellas.
Ya en competencias de natación, se ha prohibido participar a personas transgénero. Obvio: un hombre que se sentía mujer, estaba rompiendo todos los récords, dejando en estado de vulnerabilidad a las mujeres verdaderas. Es muy sencillo: cada chango a su mecate.
En un afán por parecer incluyentes y correctamente políticos, están destrozando los sueños de miles de mujeres, que nacieron mujeres, se sienten mujeres, actúan como mujeres, entrenan como mujeres y creen que enfrentarán a mujeres.
¿Por qué no, hacer las Olimpiadas transgénero?
¿Por qué no, regresar a la igualdad de oportunidades para los deportistas creando un ambiente de competencia justo?
Se debe entender: enfrentar a una mujer contra un transgénero, es como arbitrear una pelea entre un peso pesado y un peso gallo: el tufo de la inequidad, la injusticia y la crueldad, hacen inmoral la promoción de esa reprobable práctica.
Esos franceses.
Ahora sí, se merecen que les orinen la flama del soldado desconocido.