El Gurú Domit, Chamán del agua y señor feudal del Santuario

Columna Política.

En Valle de Bravo florece un culto tan insólito como revelador del deterioro institucional que aqueja a muchos municipios del país. Se trata del “Gran Michel Domit”, empresario y autoproclamado guía espiritual, que ha sabido combinar con singular habilidad los mantras del misticismo con las prácticas del feudalismo moderno. Su santuario no está en un templo, sino en el fraccionamiento que lleva precisamente ese nombre: El Santuario.

Allí, los rezos se sustituyen por recibos y las ofrendas por cuotas. Las devociones ya no son de fe, sino de mantenimiento, agua y casetas de control. Documentos recientes a los que se tuvo acceso revelan que entre agosto de 2023 y abril de 2024, la Presidencia Municipal de Valle de Bravo firmó convenios con Promotora Valle de Bravo S.A. de C.V., empresa vinculada a Domit, mediante los cuales se le otorgaron facultades para **administrar y cobrar servicios públicos como agua potable, alumbrado, vigilancia, recolección de basura y vialidades.

El problema no es menor: los convenios nunca fueron aprobados por el Cabildo ni por la Legislatura del Estado de México, como lo establece la ley. Simplemente aparecieron firmados, con vigencia indefinida y con una cláusula abierta que permite a la empresa cobrar las cuotas que “determine”, ya sea directamente o a través de terceros.

En otras palabras, el municipio se lavó las manos. Delegó sus funciones a un particular que actúa como autoridad paralela: fija tarifas, restringe accesos y condiciona servicios. Los colonos lo resumen en una frase tan contundente como aterradora: “si no pagas, no pasas”.

Particularmente grave es la concesión del servicio de agua potable, una función que por ley no puede ser privatizada ni delegada a particulares, salvo mediante organismos descentralizados. Sin embargo, en El Santuario el agua tiene dueño, y el control sobre ella se ejerce como símbolo de poder espiritual y económico.

El resultado es un fraccionamiento donde conviven la mística y la administración, el incienso y el recibo, el gurú y el cobrador. Un modelo que mezcla religión y negocio, fe y facturación. En el paraíso artificial de Valle de Bravo, la espiritualidad se mide en cuotas y el agua —fuente de vida— se ha convertido en el nuevo instrumento de control.

Valdría la pena preguntarse si las autoridades municipales y estatales permitirán que este modelo de feudalismo hidráulico se replique en otros rincones del país. Porque cuando la fe se confunde con la factura y el poder público con el privado, lo que florece no es el bienestar… sino el abuso de un megalómano y de una entretenida sátira.